La Escuela
Nuestra historia
Raimunda, Pastora y Serapia Sierra
Tres mujeres pioneras de la Educación en Salto
Su padre fue Francisco Sierra, de origen español, un hombre caritativo y servicial. La familia poseía campos, se dedicaban a la cría de ganado. Era una familia de buena posición económica.
Se casa en primeras nupcias con Raimunda Ulloa, con la que tuvo seis hijos, entre ellos a Francisco, conocido por todos como Pancho. Luego enviuda y al tiempo se casa con Raimunda Báez. De este matrimonio nacen otros seis hijos, entre ellos Raimunda, Serapia y Pastora.
Era un hombre de prestar ayuda a sus semejantes en aquellos tiempos difíciles. Salto era tierra de luchas entre el nativo que defendía su terruño con continuas correrías y los pobladores atemorizados que no querían perder el lugar conquistado. Para Francisco Sierra, esos nativos que otros solían llamar «salvajes» eran sus hermanos pobres y desválidos, necesitados de ayuda material y espiritual, y siempre estaba dispuesto a tenderles una mano. Esto le valió más de una vez, poder rescatar cautivas que los malones se llebaban.
En este hogar de paz espiritual, de fe, caridad, educación y gran amor nacieron y crecieron las hermanas Sierra. La familia Sierra, como dijimos, era de buena posición económica. Esto favoreció que sus hijos tuvieran acceso a la educación con profesores particulares. La enseñanza oficial se encontraba empobrecida.
Las tres hermanas comparten el amor por la educación y deciden fundar una escuela en su propia casa, en el año 1869, para todos los niños que quisieran concurrir, especialmente las niñas, sobre calle San Pablo, al lado del Banco Nación. Así surgió la escuela «Inmaculada Concepción».
Estas mujeres con visión de futuro, con ganas de igualar derechos y de compartir sus conocimientos, incorporaron así a las niñas en la educación, situación que no sucedía en esa época, ya que la mujer tenía otro rol establecido en la sociedad: ser ama de casa y criar hijos.
En ese momento solo había una escuela del Estado, exclusiva para niños, una que dependía de la Sociedad de Beneficiencia de Buenos Aires, de la cual no hay mucha información; y la escuela de niñas que subvencionaba Raimunda Sierra, ayudada por Pastora y Serapia. Con su bondad y paciencia supieron atraer a la población infantil.
Domingo Faustino Sarmiento, desde su cargo de Director de Escuelas, declara idóneas a las hermanas Sierra. Raimunda rendía exámenes todos los años para poder seguir ejerciendo la docencia.
En el año 1875 se dicta la Ley de Educación Común impulsada por Sarmiento, previa a la ley 1420. Por tal motivo, en el año 1878 es declarada escuela pública y a partir de ese momento se la identifica con el número 2.
Así, nuestra escuela es la primera Escuela Pública de Salto.
Surgió la duda de por qué no fue reconocida la Escuela N°1 de niños que ya existía también. Investigando, encontramos en la revista El Museo N°128 del año 2012 lo siguiente:
"(...) Pasé a la escuela de niñas N°2 de la Srtas. Sierra (...) y en verdad Señor Presidente debe decirse que es sorprendente el progreso de esta Escuela (...). Hay 101 inscriptas, de asistencia diaria 75 a 80 niñas.
Consejero Escolar José M. Novillo al presidente del mismo organismo Pedro Galmarini. Año 1877.
En 1882, la escuela es trasladada a la calle Alvear, a un espacio perteneciente al Consejo Escolar, donde actualmente se sitúa la Comisaría de la ciudad. Allí ya funcionaba la Escuela N°1 de varones, con lo cual ambas instituciones compartieron el edificio y desempeñaron sus actividades para niños por un lado y niñas por el otro, en aulas separadas.
Al evidenciarse la necesidad de un espacio más grande, se logra, en 1889, trasladar la Escuela a su actual ubicación en Sarmiento y Buenos Aires, donde ha estado funcionando hasta el día de hoy.
En el año 1912 se inician las obras para incorporar al edificio una segunda planta, finalizada en 1914.
En 1948 se le da inicio a nuevas refacciones. Se construye un escenario en planta alta, se colocan ventanas en el lugar de los balcones y en planta baja se cierra la galería y se embaldosa el patio. Por tal motivo, se decide trasladar el ombú que allí crecía al Balneario Municipal donde actualmente reside, erguido como símbolo de nuestras pampas y nuestra Escuela. Dichos arreglos son finalizados en 1950.
Semillas que dan fruto
Raimunda renuncia a su cargo de Directora de la Escuela N°2 en 1883. Aunque eso no la aleja de las necesidades del pueblo y de los más necesitados. Integra la sociedad «Damas de Caridad» siendo su presidenta, con el primer objetivo de crear un colegio para niños huérfanos, donde no solo se les proveería enseñanza, sino que también un refugio.
Raimunda viaja a Buenos Aires y visita la congregación de las hermanas de San José, dando el puntapié inicial para que en Salto exista el actual colegio San José, obra continuada por Camila Rolón, amiga y compañera de congregación de Serapia Sierra.
Tiene además la iniciativa de crear un asilo para pobres, dando nacimiento al hospital «San Vicente de Paul», el cual fue mutando con los años, transformándose en el actual Hogar de ancianos de la ciudad
En cuanto a Serapia, comienza a sentir un profundo amor al prójimo y una creciente fe, que la llevan a consagrarse tomando los hábitos como monja y adoptando el nombre religioso de Sor María de Luján Sierra, trasladándose en misión al entonces pueblo, hoy municipio de Moreno. Al llegar se encontró con una reducida población que carecía de educación y de espíritu religioso. Con mucho esfuerzo y apelando a la caridad obtiene un terreno, y con mucha fe y trabajo logra fundar el colegio que lleva su nombre: Instituto «María de Luján Sierra».
Su obra termina siendo una semilla fecunda, habiendo varios colegios que llevan su nombre: en La Plata, Tres Arroyos, Villa Elisa, Tornquist, Miramar, Marcos Paz, Asunción del Paraguay e incluso Génova, Italia, donde su congregación en el año 1951 funda un colegio que funciona como jardín de infantes y guardería.
Nuestra Escuela recibe todos los años visitas por parte de alumnos del Instituto con sus maestras queriendo conocer la primera Escuela que Serapia y sus hermanas fundaron en Salto.
Pastora Sierra por su parte tuvo un perfil más bajo, aunque no por ello su papel fue menos importante. Siempre estando al lado de Raimunda como ayudante en la Escuela, atendiendo y enseñando a las niñas y niños de Salto.
Así fue la vida de Raimunda y sus hermanas, mujeres visionarias y progresistas.
Nos parece justo recordar y revalorizar a mujeres pioneras de la educación en Salto, con vocación de servicio, empatía, compañerismo y solidaridad. Todas estas virtudes que nos señala el número 2. Misterio que se mantendrá a través de los años.
¿Por qué siendo la primera escuela pública de Salto no tenemos el número 1? ¿Será porque estas virtudes marcan el origen de nuestra escuela con las hermanas Sierra? Nuestra escuela siempre tuvo personas que pensaron en el otro. Esa empatía y abnegación que llevó a fundar el Hogar del Niño cuando Salto era arrasado por el mal de los rastrojos en el año 1962 y muchos niños quedaban huérfanos, pensaron también en un lugar para que después del horario escolar los niños tuvieran un espacio de contención y ayuda para realizar tareas. Así nació el Centro de Educación Complementaria, pionero en la provincia de Buenos Aires.
Nuestros valores
Abnegación
Amor
Voluntad
Colaboración
Nuestra misión
Enseñarás a volar, pero no volarán tu vuelo. Enseñarás a soñar, pero no soñarán tu sueño. Enseñarás a vivir la vida, pero no vivirán tu vida... Aunque sabrás que cada vez que ellos vuelen, piensen, sueñen, canten, vivan... Estará lo sencillo del camino enseñado y entendido.
Quienes integramos la Escuela nos sentimos no solo parte de ella, sino también parte de una historia mucho más grande, que trasciende nuestra existencia hacia los confines de todas las vidas que por aquí pasan, y pasarán en el futuro.
Nuestra misión de cada día es atesorar la vida de los alumnos y alumnas que forman parte de esta familia y que construyen sus historias de vida en este hogar de conocimiento, acobijados por los mismos valores con los cuales nuestras tres madres fundadoras, valientes y visionarias se lanzaron a esta tamaña aventura: ser sembradoras de saberes, valores y sueños.